Esas cartas amarillas

Piénselo un momento: ¿cuánto hace que no escribe una carta o que nadie le escribe una carta a usted? Entre las costumbres que la meteórica irrupción del mundo digital parece haber erradicado de nuestras vidas está ese hábito tan sencillo y cotidiano en otras épocas, que sirvió para decirse (o escribirse) tantas cosas.

La cadena de nostalgia sería interminable y no alcanzarían los pañuelos. Las cartas manuscritas, escritas sobre el papel (a veces elegido cuidadosa y amorosamente) con el trazo impreso de la mano que caligrafía, doblado luego con no menos dedicación, puestas en un sobre y despachadas a través del correo están amenazadas de muerte por el avance del correo electrónico. Según la consultora Pew de los Estados Unidos, "en octubre de 2006 se enviaban 183 mil millones de e-mails por día". Las proyecciones indican que para el año 2010 serán 228 mil millones.


Si bien esa abultada lista no discrimina entre los personales y los comerciales, es una cantidad sensiblemente superior a la de las cartas que, hacia inicios de la década de 1990, enviaba en promedio anualmente un ciudadano de Europa Occidental o de los Estados Unidos. "La media era de 86 cartas por año por habitante –explica Alfredo Gustavo Romero, presidente de OCA y de la cámara que agrupa en nuestro país a todos los correos privados, que representan el 54% del negocio postal-. Los argentinos, en cambio, nunca escribimos demasiado: para esa misma época, el promedio anual por habitante era de 16 cartas."





Menos cartas, ¿es el fin del correo? Más bien todo lo contrario. "De cada 100 piezas –puntualiza Romero- más del 90% del negocio fue y es corporativo. Entrega de servicios, facturas, tarjetas de crédito; y con la llegada de las compras por Internet, también de objetos: se compra un teléfono, un libro, un disco u otra cosa a través de la web y el cliente lo recibe en su casa, por correo."

Graciela Echeverría, directora de Relaciones Públicas del Correo Argentino, maneja números similares. "El tráfico del correo sigue creciendo, a pesar del e-mail –asegura-. El e-mail disminuyó el tráfico de cartas personales, pero Internet, como contrapartida, aumentó el envío de objetos y resúmenes de cuenta. Todo indica que el e-mail ha sido importante competencia para la telefonía, y esto es lo que explica la gran fuerza de los SMS."

¿Quiénes conservan el antiguo hábito de escribir a mano y despachar por correo? lanacion.com convocó a los lectores a contar sus experiencias epistolares. Las generaciones más jóvenes, en cambio, no parecen conocer en absoluto la otrora frecuente costumbre de elegir papel e instrumento de escritura y sentarse a dejar impronta para comunicarse con alguien: pareja, parientes, amigos, inclusive amigos distantes (los penfriends).lanacion.com también consultó a varios chicos acerca de cómo se comunican con sus amigos y recibió sorprendentes respuestas sobre el tema.

¿Y qué ha sido de los buzones, esos emblemáticos objetos de la geografía ciudadana? "Siguen vigentes en la ciudad a pesar de que no muchos los usan –aclara Echeverría-. Alguna vez hemos tenido que cerrarlos porque no faltan los que tiran papeles encendidos o cosas adentro, que se echan a perder. Los deshabilitamos del servicio, pero quedan como íconos."

De puño y letra. Las cartas fueron el centro de películas legendarias, de canciones famosas (Cartas amarillas, La Carta, Mr. Postman, Carta de un león a otro, A veces llegan cartas…), del intercambio íntimo entre amantes famosos, intelectuales, políticos, artistas escritores.

¿Qué misterio tienen un sobre y un papel escritos a mano que un correo electrónico (por más bonitas palabras que traiga escritas) parece que nunca alcanzará? La caligrafía parece uno de ellos: la letra "dice" cosas de las personas, pero además la fuerza del trazo, la variabilidad, todo indica algo más que las simples palabras. Y la carta, como cosa en sí, también abriga más que las palabras.

"Los objetos físicos se cargan de energía. Cuando alguien se toma la molestia de escribir una postal, meterla en un sobre y enviarla por correo, piensa mucho más en el destinatario", explica Jack Babiloni, un ilustrador que participó de la iniciativa de la ONG Médicos del Mundo y una librería de Madrid, Democrazy, para recuperar los tradicionales saludos navideños y de fin de año con tarjetas manuscritas y enviadas por correo.
La personalización del mensaje que llega a través de una hoja de papel se refleja también en algo que la mayoría recibe de mala gana: las cuentas.

"El consumidor argentino valora el esfuerzo de alguien que te recuerda un vencimiento", dice Romero, de Oca, y en este sentido no considera una amenaza la creciente invitación de los bancos al envío de resúmenes vía e mail. "El volumen de adhesión es bajo –puntualiza-, la importancia del sobre personalizado no cambió."

Un negocio que no termina. El Correo Argentino movió 560 millones de piezas durante 2008 (un 9 a 10% más que en 2007), de las que el 90% fue comercial. En términos globales, el 70% de las cartas simples que se despachan en el país, comerciales y epistolares, van por esa empresa. En las décadas de 1960 y 1970, se distribuían 1100 millones de piezas anuales, pero sólo existía una empresa (Correos y Telégrafos) contra los 126 correos (incluyendo el oficial) que hay en la actualidad, sin contar con una decena de empresas ilegales. El tráfico total, en la actualidad, es de 1378 piezas anuales, con una facturación total 3100 millones de pesos.





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